jueves, 7 de octubre de 2010


En la misión te encuentras con Dios, a través de la humanidad que sufre.

“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes”. Mt. 28,19.
Con este encargo ha comisionado el Señor Jesucristo después de su resurrección a los discípulos en Galilea, esta es la tarea que después de ser esos fieles hombres que han escuchado toda la enseñanza del maestro, que ha sido trasmitida tal cual se la ha escuchado al Padre, ahora ellos son los responsables de predicar esa Buena Nueva que esta llena de un mensaje de esperanza pero sobre todo que el Señor estará con nosotros hasta el fin del mundo.

Pero también dentro de esta tarea tan especial nos podemos encontrar con situaciones muy difíciles en las cuales no tenemos las palabras precisas para poder aliviar los dolores de las personas que sufren, entonces es aquí donde verdaderamente entra en escena el Espíritu de Dios, también denominada gracia, el cual toma posesión de nuestra humanidad frágil para que podamos ser instrumentos de gracia en el amor de Dios, de ese Dios que siempre se presenta como el más cercano en las dificultades; así a veces no podamos sentir su presencia como tal vez lo haríamos con un amigo, que nos escucha pero también que nos anima a continuar el camino dándonos una palabra de consuelo y de tranquilidad. Con esto se encuentra a diario un predicador de la palabra viva y eficaz. Pero para estas personas el Señor tiene una voz de confianza y de paz para sus almas que se sienten desfallecer “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana". Mt. 11,28-30.

En otras circunstancias el panorama no es tan desalentador sino por el contrario, hay personas que nos dan mucho mas testimonio del que nosotros estamos trasmitiendo, porque nos enseñan con su vida que siempre Dios a pesar de las dificultades por más duras que sean, siempre hay una segunda oportunidad y como reza el dicho popular “Dios apreta pero no ahorca”, por ello encontramos hogares que son muy felices, que han sabido sortear los obstáculos de la vida y han llega lejos, reflejando en su forma de vida esa alegría que solo viene de Dios.

Somos jóvenes que estamos sembrando en los corazones de las personas que nos permitieron entrar en sus hogares el amor maravilloso de Dios, un Dios que no está siempre juzgando ni guarda rencor perpetuo, que tiene los brazos abiertos para acogernos con nuestros problemas pero por consiguiente con nuestras alegrías, lástima que siempre nos acordemos de él cuando estamos en problemas, en los momentos que no encontramos la luz en el camino, que todo se nos vuelve oscuridad, es allí donde nos dirigimos a Dios, bueno sería tenerlo presente en las alegrías, éxitos y gozos, que nos brinda la vida pero que solo se realizan gracias a la bondad de Dios Padre, en su infinito amor para con la humanidad, los hijos predilectos.

Todo esto enmarcado siempre con la protección de la Virgen Madre, que es la impulsadora de toda la misión, porque también fue la portadora del Espíritu y de la misma forma por ser la mujer que desde el silencio de su contemplación motiva cada vez más la tarea de la predicación de los Discípulos, por eso ella se hace partícipe de la oración de los apóstoles para implorar la venida del Espíritu Santo, el paráclito, por medio de ella los apóstoles verán, en cuanto les permita la fe, a esta hermosa estrella del mar y, guiados por Ella, llegará a puerto seguro, a pesar de las tempestades y de los piratas. Todos debemos experimentar y conocer las grandezas de esta Soberana y nos consagraremos enteramente a su servicio como súbditos y esclavos de amor un amor que trasciende los límites de nuestro pensamientos y de nuestro accionar para con los hermanos. Esto sucederá sin duda, si los predestinados, con la gracia y luz del Espíritu Santo, entran y penetran en la práctica interior y perfecta de la devoción que voy a manifestarles en seguida. Entonces saborearán sus dulzuras y bondades maternales y la amarán tiernamente como sus hijos predilectos. Entonces experimentarán las misericordias en que Ella reboza y la necesidad en que están de su socorro, recurrirán en todo a Ella, como a su querida Abogada y Medianera ante Jesucristo. Entonces sabrán que María es el medio más seguro, fácil, corto y perfecto para llegar hasta Jesucristo y se consagrarán a Ella en cuerpo y alma sin reserva alguna, para pertenecer del mismo modo a Jesucristo.