lunes, 5 de julio de 2010

María la que nos recibe


La oración del santo rosario es dentro de la vida Dominicana un faro de gran importancia, y es en esencia muy querida por cada uno de los miembros de esta comunidad, por que recuerda el momento de su entrega en manos de la virgen María, su vocación y consagración. También podemos interpretarla a la luz de las palabras del Evangelista San Juan, cuando el Hijo de Dios le entrega la misión al apóstol San Juan de Cuidar de su madre, diciendo: “Jesús viendo a su Madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a su Madre, Mujer ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”. La verdadera realización de los frailes debe compaginarse con el modelo de perfecta vida humana y religiosa de acuerdo a María logrando así una mirada de admiración, de amor y de confianza a aquella a quien estamos acostumbrados a saludar con el doble título de Madre y Reina

Por consiguiente en de relato de San Juan, haciéndolo nuestro descubrimos que Jesús de una manera amplia y generosa, entrega a los frailes dominicos el cuidado de sus madre, para que la amemos con todo el corazón y el alma como está consignado en nuestras constituciones refiriéndose a la vivencia de la vida comunitaria con los hermanos.

El ideal dominicano también está en consonancia con la virgen Reina, porque: “la orden es eminentemente apostólica, la orden de Santo Domingo de Guzmán fue entregada por Cristo a María desde el primer momento; y la virgen en calidad de Reina de los apóstoles acepto la orden como suya y no ha cesado de velar con amor por su glorioso destino”. También observamos como el mismo Cristo con referencia a la orden somete esta al cuidado y protección de la virgen, así como le dejo el encargo de cuidar de los apóstoles, acompañarlos, orientarlos y mostrarles su santidad, ella se hace partícipe de la Orden de Predicadores, la Orden de los anunciadores del mensaje de salvación, de esperanza, acercamiento del hombre a la comunión intima con su creador. La comunidad Dominicana bajo el amparo de la Santísima Virgen acoge con especial afecto la misión de los primeros apóstoles de anunciadores del Reino de Dios.

Hoy se nos reconoce como la Orden Mariana, los guardianes de la virgen María; pero en este contexto podríamos preguntarnos ¿cuál es el amor que le profesó a la virgen como religioso y consagrado en su nombre? El amor de un religioso hacia la medre de Dios debe ser trasmitido con luz propia, revelando con su vida el testimonio de que ella ha aprendido, como el testimonio de humildad y servicio para con los mas necesitados. Ese amor que nos regala la virgen María tienes unas características propias que nos exigen un verdadero compromiso; “en la Orden Dominicana la devoción a María es tiernamente querida y celosamente cultivada: más parece que entre nosotros las relaciones con la buena Madre estuvieran marcadas con un sello muy particular de ternura e intimidad”.

De esta manera la vida personal y cristiana de un dominico trascurre bajo la mirada de la que un día lo recibió en su casa y acepto su profesión religiosa, su consagración y su vocación; cuando nosotros nos apartamos de ella, sería necesario llegar a la fuente del Evangelio donde María le hace el reclamo a Jesús de su travesura en Jerusalén, su perdida en el templo. Pues ella en algún momento de nuestra vida nos hará un llamado de atención, por ese alejamiento que hagamos, sin embargo ella tiene un corazón maternal y nos recibe en sus brazos, pero debemos tener en cuenta que ella como nuestra madre “conserva cuidadosamente a todas las cosas en su corazón”.

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